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v.17, nº 33, mai-ago (2019) ISSN: 1808-799 X


METODOLOGÍAS DESDE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES: UNA PEDAGOGÍA QUE “NO CONCIENCIA”, PERO TRANSFORMA CON LA GENTE1


Tomás R. Villasante2


Resumen


Se critican los intentos concienciadores desde las vanguardias auto-proclamadas. Se ofrece un esquema de cómo son las relaciones de comunicación actuales y unas posibles estrategias con “conjuntos de acción” que venimos practicando desde las metodologías participativas. La construcción de la conciencia social parte de lo biológico y pre-consciente en los ciclos vitales básicos, y mediante “ritos de paso” construye las conciencias colectivas en las que nos movemos. Se acaba proponiendo trabajar con “grupos motores” en las democracias participativas.

Palabras clave: Metodologías participativas; Conjuntos de acción; Ritos de paso, Grupos motores; Relaciones de comunicación.


METODOLOGÍAS A PARTIR DOS MOVIMENTOS SOCIAIS: UMA PEDAGOGIA QUE “NÃO CONSCIENTIZA”, MAS TRANSFORMA AS PESSOAS


Resumo


São feitas críticas às intenções conscientizadoras das autoproclamadas vanguardas. Apresenta-se um esquema das atuais relações de comunicação e possíveis estratégias de “conjuntos de ações” por nós praticados com metodologias participativas. A construção da consciência social parte do biológico e pré-consciente nos ciclos vitais básicos, e mediante “ritos de passagem” constrói consciências coletivas com as quais nos movemos. Por último, propõe em democracias participativas o trabalho com “grupos motores”.

Palavras-chave: Relações de comunicação; Conjunto de ações; Metodologias participativas; Ritos de passagem;Grupos motores.


METHODOLOGIES FROM SOCIAL MOVEMENTS: THE PEDAGOGY THAT “DOES NOT RAISE AWARENESS”, BUT TRANSFORMS PEOPLE


Abstract


Conscientious attempts from the self-proclaimed vanguards are criticized, and a scheme of how are the current communication relations, and possible "strategies with sets of action" are offered, which we have been practicing from the participatory methodologies. The construction of social consciousness, starts from the biological and pre-conscious in the basic life cycles, and through "rites of passage" builds the collective consciousness in which we move. Finally, it is proposed to work with "motor groups" in participatory democracies.

Keyword: communication relations, sets of action, participatory methodologies, rites of passage, motor groups.


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1Artigo recebido em 28/03/2019. Primeira avaliação em 15/04/2019. Segunda Avaliação em 17/04/2019. Aprovado em 25/04/2019.Publicado em 04/07/2019. DOI: https://doi.org/10.22409/tn.17i33.p29365

2Doctor por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid –

UCM (España). Desde 1974, ha sido profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la dicha Universidad y actualmente es Profesor Honorífico en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM. Sus intereses de investigación se orientan hacia la democracia participativa y los movimientos sociales. En sus trabajos de investigación-acción ha desarrollado aportaciones innovadoras a las metodologías sociales (sócio-praxis). Autor de una decena de libros sobre estos temas, ha sido profesor visitante en diferentes Universidades españolas y lationoamericanas. Co- fundador de la Red CIMAS. E-mail: tvillasante@hotmail.com

Introducción: ¿qué problemas tenemos?


“¿Cómo es posible que los hombres luchen por su servidumbre como si se tratase de su libertad?” (Baruch Spinoza).


“… que tales necesidades tengan por origen el estómago o la fantasía en nada cambia las cosas y el deseo implica la necesidad: es el apetito del espíritu, tan natural como es el hambre para el cuerpo, y de ahí es que extraen su valor la mayoría de las cosas” (Karl Marx).


Cunde el pánico sobre el ascenso de las más descaradas formas de movimientos y gobiernos reaccionarios, y eso no parece aconsejable. Pues aunque es muy cierto en el panorama internacional, no es la primera vez que ocurre, ni es una tendencia que no sea reversible. Cuando hay un cierto ambiente de derrota se suele culpar más bien a los demás, y pocas veces se mira hacia dentro, hacia lo que deberíamos haber hecho y dejamos de hacer. Incluso aprender de los éxitos parciales que se tuvieron y que no se han sabido generalizar, también puede ser un buen ejercicio auto-crítico. Pues con variados movimientos sociales durante décadas se estuvo haciendo unas buenas prácticas movilizadoras y auto-pedagógicas, que cuando se abandonaron pues se entró en reproducir los errores que tantas veces vamos repitiendo. Esto nos pasa siempre cuando los sectores progresistas piensan que la historia les da la razón, que los procesos son irreversibles, y que desde los gobiernos ya no necesitan aprender de las bases sociales. Este razonamiento es tan tonto, como si los empresarios no se fijaran de las ventas que hacen en el mercado para auto-evaluarse. Si se quiere el cambio y no se escuchan permanentemente, e incluso se desmantelan los movimientos de apoyo, no hay mucho camino para la transformación social. Conviene aprender de nuestros errores, más que lamentarse de la situación, porque las lágrimas no suelen dejar ver las causas. Y sin duda alguna la hemos contribuido a crear entre todas las personas que nos quejamos, y por lo mismo está en nuestras manos cambiarla, tanto en Latinoamérica como en Europa.

En América Latina ya hemos vivido varios ciclos de subida de los movimientos de base popular, y luego ciclos de retrocesos y dictaduras o autoritarismos desde los gobiernos. Desde la Unidad Popular de Chile a la Izquierda Unida de Perú (hace pocas décadas) podemos ver fracasos por golpe de estado, o por peleas dentro de los partidos de vanguardia. O ambas cosas a la vez. Parece que no aprendemos de

nuestros errores, y esto tiene mucho que ver con las metodologías con las que pretendemos construir la política y los movimientos sociales. En las dos décadas en torno al cambio de siglo se fueron construyendo movilizaciones y movimientos populares, que acabaron con varios gobiernos neo-liberales, y que dieron paso a gobiernos más progresistas, en varias versiones (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Brasil, Argentina, etc.). Hoy vemos un retroceso de aquellos movimientos y también de los gobiernos que impulsaron. Es bueno ver los errores cometidos, sobre todo para no repetirlos. Y ver también las “otras” formas de hacer democracias más participativas que solo en algunos casos se han alcanzado.

Unos gobiernos se han pasado de listos y otros no han llegado, pero en general se han defraudado muchas expectativas que se habían puesto en marcha. En la década primera de este siglo XXI bastantes gobiernos progresistas han aumentado las políticas sociales, y han modernizado sus países. Pero muchos movimientos no han visto la continuidad de sus proyectos de base, sino que han sido sustituidos en la acción (y hasta desmovilizados) por los gobiernos. En unos casos por unos gobiernos más o menos autoritarios y corruptos, sin prácticas de participación democrática de base (a pesar de sus declaraciones, incluso constitucionales). En otros casos por gobiernos que no han entrado a cambiar el modelo político y económico heredado, ampliando incluso los beneficios de las rentas especulativas, y del extractivismo, frente a otras necesidades de la mayoría social (escaso apoyo a la economía social y solidaria, a los proyectos surgidos desde la base, la reforma agraria, etc.)

Hay varias crisis que se mantienen, los movimientos las vienen señalando pero no se han sabido resolver en las últimas décadas, aunque se haya prometido. Los recursos de la naturaleza son tratados por el “extractivismo” como una forma de hacer más dependientes a los países (sin capacidad de producción propia), y con altas cotas de contaminación (del agua y del aire por el cambio climático). Las economías controladas desde la “financiarización” globalizada, tratan a poblaciones enteras como elementos sobrantes, pues cada vez necesitan menos mano de obra para sus negocios especulativos. No hay apoyo a las economías sociales y solidarias sino a las grandes multinacionales de la inversión. En tercer lugar se está volviendo a autoritarismos de los gobiernos electos ante las presiones y movilizaciones sociales, con absoluto desprecio de las democracias participativas que se habían iniciado en municipios y desde los movimientos sociales. Las nuevas tecnologías (celulares y otros TIC) que prometían una libertad de cultura e información, son cada vez más

controladas para vender los “big data” donde se registran nuestra vida y apetencias, y para ser manipulados por los “trolls” que difunden las “postverdades” que interesan a los más poderosos.

Tampoco los movimientos sociales parece que hayan dado seguridad a la gente para resolver los problemas de fondo. Más bien muchos han impulsado el cambio de gobierno que han visto más posible, y han confiado en que ahora que nos hacen caso las cosas ya están en el cauce adecuado. Pero esos gobiernos progresistas, que dicen responder a los movimientos, no tienen el poder suficiente (y si muchas tentaciones) que les permitan hacer cambios a fondo. La desmovilización ha sido perjudicial para los movimientos y para los gobiernos que se decían transformadores. Ya hemos oído demasiadas veces que los cambios eran irreversibles, cuando volvemos a constatar que la reacción internacional y nacional da marcha atrás a nuestros derechos, y que en la gente cunde de nuevo la desesperanza (en los gobiernos citados de América Latina y también en muchos europeos).

Si mucha gente no ve que los movimientos sociales y los gobiernos le resuelven sus problemas, pues se guiarán por otras “verdades” o promesas que le hagan en iglesias o en partidos que se presenten como innovadores. Nuevos líderes (incluso sin partidos) que aprovechan el desconcierto de los sectores populares para lanzar promesas de seguridad y de mejoras, ante el fracaso de las propuestas no cumplidas de los gobiernos en los que habían confiado. Si no hay participación desde la base, lo que circula son las “verdades” de los grandes medios, lo que más se repite (e insulta) por los celulares y las llamadas redes sociales. No hay debates y construcción social cooperativo desde la base porque se han ido desorganizando los movimientos sociales. Lo que aquí vamos a presentar son unas propuestas de comunicación popular para la resistencia ante las amenazas que se ciernen, y de algunas pedagogías auto-concienciadoras, que ya han dado buenos resultados pero que hoy están bastante olvidadas, y desde luego muy desactualizadas (no se saben usar en el nuevo contexto tecnológico). No es que ya se tengan alternativas a las crisis, pero si que se pueden construir para cada situación concreta, de acuerdo con las nuevas formas de democracias participativas.

El objetivo del artículo es traer contribuciones para reflexionar sobre las metodologías de los movimientos sociales, considerando nuestras prácticas en Latinoamérica y Europa. En los movimientos veremos que: a) Construir contra- hegemonia se puede hacer a partir de establecer los “mapas estratégicos” con 4

variables; b) Hay diferencias entre activista, seguidores, etc, y que al cruzar estas posiciones con las culturas ideológicas, podemos radiografiar “conjuntos de acción”, para establecer posibles alianzas de cara los cambios sociales; c) Construir con metodologías participativas, no es solo partir de esquemas conceptuales, sino sobre todo de la complejidad de las “relaciones operativas”; d) Como los “ritos de paso”, algunas prácticas sociales, son los que generan conciencias eficientes; e) De esta manera “los grupos motores” son elementos clave de los movimientos sociales y de la transformaciones sociales posibles.


Contra-hegemonía y metodologías: ¿Se trata de “concienciar” mejor?


Tal vez hay quien piensa que se trata de que no concienciamos bien a la gente, ni con los movimientos ni con los partidos. Pero tal vez lo que está en cuestión es el propio “concienciar”, el estilo de ir a convencer a la gente de tus ideas, ir a predicar lo que la vanguardia dice saber, casi sin escuchar lo que la gente está planteando, o los gritos poco articulados de amplios sectores enfadados con todo, con expresiones de todo tipo (algunas muy poco racionales), y que por lo tanto es difícil encajar en los sentimientos populares. Esto es una cuestión que parece central, en que la queremos aportar algunos caminos que nos parecen más viables, porque ya los hemos visto en algunas prácticas, (en las últimas décadas en Chile, Ecuador, Perú, Brasil, Colombia, Venezuela, Argentina, México, Uruguay, Italia, Portugal, España, etc.) y nos atrevemos a sistematizarlos.

Construir contra-hegemonía desde el sentido común de la gente no es una tarea fácil, pero algún movimiento social lo suele hacer mejor que los partidos que ya se conocen. No parece que se trate de resucitar o recuperar la “vieja izquierda”, y menos con un programa que podemos escribir cada cual, sino de recuperar en todo caso la costumbre de escuchar y construir colectivamente con la gente, desde la base. Hay muchas formas de hacerlo y en eso parece consistir la democracia de base, por lo que voy a aprovechar para plantear una de las formas que venimos practicando en los barrios, cooperativas, movimientos, municipios, etc. donde actuamos desde hace algún tiempo. Es solo para no dejar la crítica en puro debate teórico. Y mostrar que para construir estrategias y unos programas de sentido común, no hay que rescatar lo peor de la gente (como hace el populismo), o lo mejor (que nos imaginamos en la izquierda), sino partir de la contradicciones que todas las personas tenemos, y poder

ir construyendo síntesis superadoras y desbordantes. Seguramente son posiciones superadoras que habrá que ir actualizando y cambiando según son los movimientos, pero respetando a la gente y no interpretando por nuestra cuenta para “concienciar” según los estilos de arriba a abajo.

En esto de la “concienciación” hay grupos izquierdistas, feministas, ecologistas, animalistas, y también marxistas, que se pasan. Y acaban por aburrir a la gente. En esto puede haber un punto de acuerdo en criticar esas prácticas de élites militantes, que aprovechan desde la “derechona” (no solo Bolsonaro, sino toda la derecha y lo social-liberal) para denigrar a todos los movimientos. Pero no se trata de oponer discursos, una concienciación cultural u otra, sin tener los medios adecuados. Llevamos las de perder siempre en una época como la nuestra, los medios organizados por el “Gran Hermano” (Sampedro, 2018) interiorizado en los “móviles” que nos delatan, donde se controlan las polémicas más brutas (sin análisis, casi insultos), y casi nunca son reflexivas sobre lo que supone los grandes medios y sus dominios sobre la “actualidad”. Pero hay otros medios a usar para construir con la gente desde la base democracias participativas. E ya hay experiencias que podrían hacerse en los “círculos de base” si tuvieran vida, en las agrupaciones de base, en movimientos o cooperativas, pues la cultura alternativa se puede basar en otra forma de hacer las estrategias y la política, que no sea “escuchar al jefe” y posicionarse. Sino más bien se trata de escuchar a la gente y construir co-productivamente. Eso, que se dice tan pronto y fácil, es lo que necesita de mucha práctica y un sentido auto-crítico mayor del que tenemos casi todos.

La escucha activa no es algo fácil porque hay que salirse de los círculos próximos y recuperar lo que dicen los diferentes y los ajenos a la opinión que uno tiene. Esos sentires y sentidos comunes, y más que concienciar, es dejarse impregnar por las variables que cuentan para la gente. Lo solemos hacer con 4 variables, aunque hay muchos otros métodos de metodologías participativas.

En primer lugar la posición de clase social respecto al modo de producción, pues esto nos da unos intereses de fondo, aunque no completen toda la conciencia más que en una parte (como se viene demostrando en las fluctuaciones de la gente). En según lugar, además de la “clase en sí” está la “clase para sí”, que se muestra en las expresiones verbales y culturales, pero también muestra variaciones complejas según el tipo de tema que estemos enfocando. Esta segunda variable se puede analizar mejor si se concreta sobre un tema determinado. Por ejemplo, en los

“mapeos estratégicos” no es lo mismo hacer el análisis de los actores en presencia respecto del aborto, de una huelga, o del nacionalismo. Un mismo grupo que para un tema está muy cercano, para otro parece incompatible. La componente ideológica cultural no parece obedecer a los intereses de clase de forma automática, como sabemos, pero cabe construir estos “mapeos estratégicos” para acercarnos a cada caso en concreto, y solemos hacerlo participadamente con actores locales.

Más aún, hay otras dos variables (de la “clase así”) que podemos incluir, y que resultan muy interesantes en cada coyuntura concreta.

En tercero lugar, así incluimos el grado de organización y capacidad simbólica de los actores que se relacionan para un tema considerado. En una encuesta clásica no salen los principales puntos calientes por donde circula la información clave de una región, de un conflicto, de un movimiento, de una cooperativa, de un barrio, etc. Y la escucha activa de estos nodos es clave para entender la posición de los actores dentro de las estrategias, sus contradicciones, sus diversidades, y sus confluencias.

Y también, por último, la cuarta variable son las relaciones emotivas y operativas entre unos grupos y sectores y otros. Sin duda esta variable es la más fluida, y la radiografía de la situación ha de hacerse cada poco. No se trata de hacer psicoanálisis, sino “análisis institucional”. En la práctica es la que mejor explica las coyunturas, y cómo se mueven las contradicciones del sentido común y las alianzas estratégicas, y se puede hacer desde la base.

Construir una estrategia de construcción colectiva con los movimientos sociales no es entonces lanzar un programa concienciador, desde un istmo que a cada cual le parece el mejor, sino acertar un método de construcción colaborativa, donde cada istmo sabe escuchar activamente cuál es la correlación de fuerzas, y qué aportan los demás. Y lo que más une es la conciencia de la fuerza que tienen los que se oponen a las transformaciones necesarias. En un “mapa estratégico” con estas 4 variables deben quedar claras cuáles son las fuerzas que dominan y se oponen a la estrategia transformadora. Y cuáles son sus contradicciones. No es tanto cuál es el carácter interno del populismo o del reformismo, sino cuáles son sus contradicciones, por ejemplo. Qué es lo que dicen y qué es lo que hacen. Y lo mismo con las demás fuerzas sociales y políticas, con los sindicatos, patronales, pensionistas, feministas, ecologistas, vecinales, deportivas, religiosas, étnicas, culturales, etc. Son las relaciones entre actores lo que permite pensar en una estrategia que aísle a los

opuestos, son las relaciones operativas, en la praxis, las que ayudan a transformar: “hechos y no buenas razones” es lo que la gente entiende en su mejor sentido común.


Participación y estrategias con los “conjuntos de acción”


Aprendimos el “mapeo estratégico” con Paulo Freire, pero le damos una aplicación mucho más operativa con nuestras prácticas en todo tipo de procesos participativos. Es una forma de reconocer a los grupos sociales dentro de las clases, fracciones de clase y su pertenencia ideológica, organizativa y emotiva. Se consideran las ideologías, pero no como un todo coherente en cada sector o grupo sino como elementos contradictorios que muestran varias caras según las “relaciones operativas” donde se construyen. Como se podrá ver las relaciones marcan más que los conceptos, más que ideologías que justifican las prácticas. Se trata de relaciones muy complejas no deterministas, que pueden estar cambiando más que los pre-conceptos en que cada cual haya sido educado, como vamos a poder ver en los siguientes apartados. El gráfico que vamos a presentar debería estar surcado por relaciones enmarañadas, aparentemente caóticas, como si fuera un manglar o un rizoma, donde los “entramados” de relaciones obedecen a varias variables y no solo a la de clases sociales deterministas. Para simplificar, los “conjuntos de acción” los enmarcamos solo entre un eje izquierda/movilización y derecha/inmovilizaciones, y otro eje vertical entre los activistas y los pasivos, por el lugar de la comunicación que ocupan. (Red CIMAS, 2015).

Con estos “mapeos estratégicos” proponemos un gráfico sobre lo que nos está pasando, y cómo se puede enfocar y desbordar. Por encima de todas las personas y grupos están los “Equivalentes de Valor” dominantes, que se transmiten sobre todo por los medios (TV, miedo a la gente con muertes y catástrofes, preocúpese del sexo y el fútbol, vean pelearse a los tertulianos), y todo eso puede que lo comenten en sus “móviles” como una votación permanente y controlada. En la columna de la derecha de la imagen, está el campo en donde las preguntas llegan marcadas, las agendas manejadas y las posibilidades de debatir con alguien que te insulta casi nulas. Por la izquierda del esquema se pueden ver los porcentajes de “activistas”, “seguidores”, y “nodos retransmisores”, hasta llegar a la gran “mayoría silenciosa” (y su apéndice más pasiva). Estos porcentajes los pueden comprobar en las grandes movilizaciones, en las votaciones, etc. de igual manera que en su barrio, su trabajo o entre amistades.

Todas las personas estamos en varios de estos “entramados” y son estos los que nos constituyen como actores sociales.


Esquema de los “conjuntos de acción”


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Fuente: autoria propia


Dentro del gráfico aparece un “mapeo estratégico”, a título de ejemplo, donde las líneas están delimitando los “conjuntos de acción” más habituales. Ahí podemos reconocer los grupos activistas de crítica-crítica (marxistas, feministas, ecologistas, etc.) más o menos peleados entre sí, cada cual con su manifiesto y su programa diferencial. Solo en algunos casos (de implicación y escucha) conectan con algunos movimientos “cuidadanistas” (es decir, aquellos que cuentan con porcentajes de “seguidores” y “retransmisores”). “Seguidores” son los que van una o dos veces al año a una reunión amplia (100 personas en una población de 10.000 por ejemplo, donde los activistas son 10 como mucho). Pero la clave de que la gente se movilice está incluso en los “retransmisores” que no acuden a reuniones, pero que sí hacen la tarea de comentar en sus entramados de vida cotidiana, los contenidos de lo que se quiere. La escucha activa es la que se preocupa de estar atenta a todo esto, y aprende de lo que sube desde estas bases.

Hay otros “conjuntos de acción” en el gráfico. Podemos reconocer los grupos y partidos de corte mediador, “gestionistas” porque tratan de gestionar para la gente, pero sin implicarla en las tareas o movilizaciones, pues son sus representantes. Eso lleva a que puedan recoger de todas partes según las coyunturas, pero también tiene por debajo una masa de posiciones fluctuantes, que se van desencantando con unos y otras. Fluctuantes que a veces están en movimientos sociales, otras veces votan con los populistas de diversos signos, y otras no apoyan nada. Depende de las 4 variables que ya veíamos antes, cómo se articulan en cada momento. Pero también están los conjuntos de acción de tipo “populista”, que se pueden apoyar en lo que se repite por los medios y por los móviles, sobre lo que más se polariza. Mucha gente no quiere aventuras, sino que “le den” alguna seguridad (puede ser de cambio o de mantener las tradiciones). Las “postverdades” muy repetidas pueden ser una realidad para muchos “retransmisores”, y esto es lo decisivo en el sentido común construido.

Para transformar el mundo (el nuestro, el general) está bien tener una ideología y un programa, pero mucho más decisivo es tener las fuerzas necesarias para hacerlo. Pues nos podemos quedar aislados repitiendo nuestras verdades, pero solos. Las fuerzas se pueden agrupar escuchando y articulando acciones con los conjuntos de acción más próximos, dividiendo los conjuntos opuestos por sus contradicciones, construyendo la seguridad de un programa con la gente de base (las quejas de los desencantados). Por eso la ideología ha de estar abierta a escuchar la diversidad (de acciones y de sentido común) y poder construir cooperativamente movilizaciones y organizaciones capaces de transformar las explotaciones, opresiones, y los “equivalente generales de valor”. No solo votar un día un programa, sino construir los grupos motores de movimientos (agrupaciones, círculos) que cada día apliquen estrategias inclusivas.

No parece que se pueda cambiar de posición ideológica por estos comentarios, ni parece lógico pretenderlo. Lo que se pretende es poder actuar con coordinación, si se quiere superar las fuerzas que nos explotan y nos oprimen. Para eso hay que acordar una estrategia apropiada desde la diversidad. Los métodos democrático- participativos pueden ayudar a superar sectarismos. Por ejemplo, para las elecciones municipales en España se pusieron en marcha variados procesos desde abajo que sí construyeron esas candidaturas que tuvieron éxito, pero para estas elecciones de 2019 ya algunos partidos y liderazgos están organizándose desde arriba, lo que va a generar muchas divisiones y mucho menos entusiasmo por abajo. Así que parece que

no sabemos aprender ni de nuestros errores ni de nuestros éxitos. En España no es necesario conocer al dirigente o líder de los pensionistas o de las feministas para participar en sus movilizaciones y sus exigencias al Estado. Se han venido realizando fuertes movilizaciones, pero nadie conoce a las o los líderes, ni parece que haga mucha falta. ¿Podemos aprender de sus formas de organización, que nos enseñan la democracia de base, la democracia participativa?


Cómo crecemos, desde los “esquemas conceptuales referenciales operativos”


Félix Guattari usa la metáfora del “rizoma” para indicar la complejidad de las conexiones vinculares en que nos educamos y crecemos. Otras autoras, como Cristina Carrasco, usa la metáfora del “iceberg” para indicar todo lo que se queda por debajo de la economía convencional. Después de vivir en Latinoamérica prefiero la metáfora del “manglar”, porque aúna ambos aspectos (complejidad de relaciones y el hecho de que no se vea la realidad subyacente). Además el manglar puede hacer referencia a las “estructuras vinculares” (Pichón-Rivière) más que a los “intereses” (de una clase, de género, etc.) como unas “esencias objetivas” que pudieran tener los asalariados o las mujeres de por si. No estamos aquí buscando las esencias de nada, sino más bien las relaciones que nos están construyendo, más las “cartografías” que nos puedan ser operativas, que las “arqueologías” del ser o alguna ontología filosófica. Si queremos acercarnos a cómo se construye la realidad de nuestra comprensión y de nuestras conductas, podemos empezar por el subsuelo, por la tierra en donde se enraízan los manglares. Es decir, en nuestro caso por el cuerpo biológico con sus mecanismos relacionales celulares (aquellos de los que no somos conscientes y actúan sin saberlo nosotros). Por ejemplo, las relaciones de las bacterias activas que portamos con la alimentación diaria en el aparato digestivo, o el funcionamiento de nuestro sistema inmunológico que nos está defendiendo durante las 24 horas, etc. O las conexiones que se producen en el cerebro, entre las neuronas de la parte más “reptiliana” y del “neocortex”, o con el resto de terminales nerviosas en todo el cuerpo. Hay una gran creatividad celular por su cuenta, heredera de los procesos evolutivos, de la que no tenemos conciencia (salvo por los estudios neurológicos), y que está en la labor de mantener y ser creativa ante los avatares de

la vida.

De estos impulsos no conscientes para mantener nuestra vida, podemos pasar a los inconscientes, que se reflejan por ejemplo en los sueños, y que desde Freud podemos intentar entender algo de sus lenguajes cifrados. Es como bucear por el agua entre los manglares, no es el lodo que solo vemos en su superficie (como nuestro cuerpo), sino la belleza de los troncos retorcidos y los peces variados que allí habitan. Emergen ahí los deseos inconscientes, influidos por las relaciones familiares y sociales en las que vivimos y fuimos educados. Hay unas pulsiones sin control, de afectos y deseos, más allá de las creencias de cada cual (que lo que nos suelen hacer es más bien reprimir aquellas maquinaciones). Estamos en la “intra-estructura” como la denominó Paul Virilio y lo retoma A. Lans (2018). Aunque el psicoanálisis ha tratado de reencauzar estas pulsiones, no hay acuerdo sobre cómo hacerlo, y solo sabemos que emergen creativas y nadan por su cuenta. Nuestra mente sigue siendo una gran desconocida.

Si salimos del agua hacia el aire, con los manglares, podemos establecernos en los pre-conscientes mentales. Es decir, en una serie de conductas rutinarias que apenas pensamos y que nos constituyen en lo que hacemos e influyen en la conciencia. Practicamos una serie de ritos y costumbres sociales, que al convertirlas en hábitos rutinarios nos van construyendo lo que somos, nos configuran los intereses comunes que defendemos. Los intereses de género, edad, clase, cultura, no los elabora cada persona aisladamente, sino lo que vivimos en nuestras prácticas, en nuestras relaciones cotidianas. Confianzas y miedos que brotan de estos “instintos” pre-conscientes, tanto para luchar por nuestra clase social o por nuestro país, por ejemplo. Al menos, en este aire mental (de tormentas o de mar en calma) podemos intentar nombrar todos estos procesos, como una “infra-estructura” de intereses en juego.

La parte consciente de los manglares es lo que ilumina el sol o la luna, lo que se puede ver y conocer a vuelo de pájaro, por encima de los entramados complejos que ya hemos señalado. Religiones e ideologías tratan de poner orden en esta realidad tan emergente de deseos e intereses tan compleja. Es lo “consciente discursivo”, o sea son los “esquemas conceptuales” que Pichón-Rivière analiza con lo que denomina el E.C.R.O. Todos tenemos y usamos “esquemas conceptuales referenciales operativos”. Y ni siquiera somos conscientes de que tenemos estos pre- conceptos, muchas veces, con los que juzgamos aquello que debemos hacer. Estas son las justificaciones que argumentamos para nuestro hacer social, ético y político.

Aún así no es que estemos absolutamente condicionados, pues podemos ser del sol o de la luna, aprovechar una tormenta o danzar con los pájaros, reprimir los deseos o liberarlos, defender nuestros intereses u ocultarlos, pues hay muchas formas en que podemos elegir de acuerdo con nuestro entorno (que puede estar constituido por “conjuntos de acción” muy variables y articulables entre sí).

Hay una gran variedad de justificaciones posibles, pensamos que las adoptamos de forma libre, pero desde abajo estamos influenciados por la biología y la ecología de donde vivimos tanto como por la infra-estructura (intereses) y la intra- estructura (deseos) de los que partimos, aunque no seamos conscientes. Y además desde arriba nos está pesando el clima (sol, nubes, luna, vientos) de la familia y los medios de comunicación donde nos hemos educado y vivimos. Lo llamamos los “Equivalentes Generales de Valor”, es decir esos valores que son como el “super-yo” que nos está juzgando y que sentimos al actuar (desde el padre, al maestro o al jefe). Un mandato cultural para ser “el ganador”, el triunfador sobre el perdedor, el orgullo de la familia y de la comunidad, frente a los demás, como si estuviéramos en la lucha a muerte por la sobre-vivencia. Dentro de lo que cabe tenemos que elegir.

Algunas feministas han acuñado las siglas del BBVA como crítica al modelo de Burgués, Blanco, Varón, Adulto, que critican como referente de lo que oprime tanto a trabajadores, otras etnias y colores, mujeres, niños/as y viejos/as. Habría que añadir también CB (Caixa Bank) como “Consumista y Borde”, por ejemplo. Porque lo que se está criticando es el estilo a lo James Bond, Berlusconi, Trump, Bolsonaro, etc. y otros tantos BBVA y CB que hay por el mundo que se presentan como Equivalentes Generales de Valor, y tienen muchos seguidores. Este modelo se basa en la familia de tipo patriarcal, triangular y normativa (aunque muy cínica e hipócrita en la realidad), en la que se ha educado desde hace siglos a niños y niñas, donde apenas se cuidan las diferencias, donde se norman los deseos y los intereses, se reprimen las diferencias y diversidades. Quien se aparta del modelo es un “perdedor” o una “perdedora”, no tiene posibilidades de triunfar, de tener éxito en la vida.


Construir “relaciones operativas para conceptos eficientes”


Partimos al nacer como humanos de una gran vulnerabilidad y de las necesidades de inter-dependencia, en comparación con otros mamíferos cuyas criaturas adquieren antes la capacidad de valerse por sí mismas. Nuestro cerebro tarda en desarrollarse, y lo hace en relación con la madre, con los juegos y con el

ambiente nutricional y social en que nos toque vivir. Por eso desde la infancia estamos en continuos retos, y ritos de paso, para ir superando pruebas y en esa medida nos construimos con lo que hacemos. No tomamos las decisiones cada cual por su cuenta sino en ambientes y relaciones determinadas, pero con una margen de maniobra que va acompañándonos, no determinista, aunque por fuera y por dentro tengamos muchos condicionantes.

No estamos condenados ni por los “Equivalentes Generales de Valor” que nos están dominando, ni por los intereses y los deseos que nos constituyen desde lo más íntimo. Hay varios momentos en nuestras vidas en que debemos tomar decisiones, teniendo en cuenta los condicionantes cartografiados por arriba y por abajo. Siempre estamos en alguna red, familia, trabajo, pueblo o barrio, cultura, etc. pero también cambiamos en diversos momentos de la vida. Hemos aprendido que los “esquemas conceptuales” se pueden ir cambiando según las “relaciones operativas” y no al revés. Que lo que se hace deja mucha más huella que lo que se dice. Los conceptos son más eficientes en la medida en que responden a relaciones vividas. Y por eso podemos ver, en el cuadro que sigue, como a lo largo de una vida hay “Relaciones Operativas” (desde los deseos e intereses) en donde cabe tomar posturas diversas (en los “conjuntos de acción”), y desde ahí justificar mejores “Conceptos eficientes”:


Esquema de Ciclos Vitales y Ritos de Paso


Ciclos vitales

Ritos de paso

Cambios biológicos

Relaciones

operativas

Conceptos

eficientes

Infancia

Teta-cara y

movimientos

Mamar y jugar

Padres e Escuelas

Seguridades

Miedo/obediencia

Adolescencia y juventud

Crecimiento

Hormonas y Mayor fuerza

Ritos de paso

Pandillas Aventuras

Repúdios e

Identificaciones (cerradas/abiertas)

Procreación y

profesiones

Capacidad laboral

Tener hijos/as

Trabajar, alimentar

Educar, etc.

Responsabilidad ante

los demás

Madurez

Primeros

Achaques

Rutinas/conflictos

Mandar/juzgar

Autoridad

escepticismo

Vejez

Sin fuerza, pero

Con experiencia

Reconocimiento

Mediación

Mezclas y asuntos

pendientes


Fuente: autoria propia


Por ejemplo, la infancia en la familia marca para toda la vida. Pero la familia puede ser de muchas maneras distintas, al igual que la escuela, o las relaciones de vecindad. Según sean las relaciones (más que los conceptos) se producirá una cierta seguridad o situaciones de miedos e inseguridades, una disponibilidad a la creatividad desde los juegos, o temores a los mayores. La obediencia puede tener bastante sentido en los primeros años por nacer las criaturas humanas en sí mismas muy desvalidas. Pero esta relación se puede construir desde el temor o desde la responsabilidad y con la experimentación compartida. No vamos a insistir aquí en los muchos análisis desde Piaget, Vigotsky o Freire, de sobra conocidos.

Pero sí viene a cuento insistir en la etapa de la adolescencia, que es donde se suele producir los repudios a lo familiar cercano, y la construcción de las “identificaciones” que pueden marcar las etapas posteriores de la vida. En sectores progresistas no se suele tener claro qué políticas son las convenientes en estas edades. En los programas muy racionalistas se desconfía de la emergencia de los deseos que se suelen producir de forma alterada y contradictoria, y los ritos de paso suelen ser mucho más atendidos por los sectores más reaccionarios (lo militar y machista, deportes muy antagónicos, la pornografía, las aventuras con estimulantes al límite, etc.). Pero también podría haber aventuras que puedan ser para la solidaridad, desde las pandillas, desde huelgas de institutos por causas justas, deportes con mayor colaboración entre semejantes, uso del sexo más responsable, gozar de fiestas con diversidad de conductas, etc.

Las identificaciones suelen ser provisionales, como los ritos de paso, pero suelen dejar huellas. En todos los países podemos reconocer algunas generaciones que se las identifican por algunos acontecimientos que se han vivido desde los deseos y prácticas creativas colaborativas. No es porque haya habido unas teorías especiales que hayan producido esos acontecimientos, sino más bien al revés. A partir de que se dieron los acontecimientos de 1968, o de los años 90, o de 2011, etc. se puede reconocer que esos ritos de paso han marcado otra forma de entender la vida, y sus consecuencias socio-políticas. Hay identificaciones muy cerradas por ejemplo con ideologías o con religiones que se adscriben a una iglesia o un partido, donde la jerarquía está de ante mano establecida, y eso da para estar a favor o en contra, de los propios o los ajenos. Pero también pueden darse otros acontecimientos que sirvan

para rituales de paso a posiciones más abiertas y creativas, no tan jerarquizadas, no tan patriarcales.

No todo debe ser “matar al padre” y desgarrarse como Edipo, contra otros y uno mismo. Hay otras posibilidades como Telémaco (esperar a que llegue Ulises, según argumenta Recalcati), o incluso pasar de la familia (como la formación de Leonardo en un taller artesano). Superar la familia de sangre y de origen supone todo un reto, y es algo, en la formación pedagógica, que aún no está construido cabalmente para las edades adolescentes. El que ahora estemos pasando a una nueva situación de muchas familias variables, diferentes y “deseadas”, puede ser una ocasión para democratizar las relaciones desde la edad y desde el género. El patriarcado ha sido denunciado por las mujeres, pero también debe ser replanteado por los adolescentes (varones tanto como mujeres) por ser unas prácticas represivas de las diversidades, de las grandes posibilidades de creatividad social en esa etapa de emergencia de los deseos.

En las etapas de procreación-profesiones, madurez, y vejez, también se pueden producir nuevas experiencias como “ritos de paso” (tipos de trabajo cooperativos o jerarquizados, luchas por mejoras sociales, vanguardismos elitistas, etc.) Como se puede comprobar no estamos haciendo tanto énfasis en los contenidos (más o menos de cambio o revolucionarios) como en las formas de articular los vínculos y las relaciones operativas. Porque lo que hemos comprobado es que poder cambiar las “relaciones operativas” en la práctica es mucho más transformador que los debates de “esquemas conceptuales”. Si en un proceso práctico y vivencial podemos cooperar, por ejemplo, los nociones comunes son más fáciles de encontrar.

¿Nos dividen cuestiones conceptuales, ideológicas, o de protagonismos? Pero como está mal visto sacar estos “egos” a pelear, los disfrazamos de justificaciones teóricas. Pero si se superan las rivalidades personales, y se puede cooperar para un objetivo concreto, es más factible construir deliberativamente.

Lo/as mayores, abuela/os, que ya no somos padres, antes nos moríamos pronto al acabar nuestras tareas laborales, pero ahora podemos ser nuevos activos potenciales. Ya no se ejerce la fuerza, pero se puede reconocer la experiencia acumulada en los cuerpos y la mente. Como pensionistas, más que como asalariados, ya no tenemos jefes (salvo el estado) y eso nos socio-politiza más. Nos podemos dedicar a asuntos que teníamos pendientes, más artesanos, más creativos, a nuevas amistades más abiertas y menos dogmáticas, lo que nos puede dar un papel de

mediación en los conflictos familiares o sociales. Son nuevos ritos de paso mucho menos patriarcales que podemos abordar, ya que tenemos poco que perder y mucho que aportar, en la medida en que aumenta la esperanza de vida en nuestra sociedad.


Algunas (in)conclusiones con “grupos motores cuidadanistas”


En el esquema de los “conjuntos de acción” que hemos presentado al principio, le poníamos a unos movimientos sociales el adjetivo de “cuidadanistas”, y es porque aunque muchos pueden ser de ciudadanos, no todos lo hacen con “cuidados”. Es un adjetivo con el que algunas feministas tratan de mostrar diferencias para hacer estilos socio-políticos menos patriarcales, menos jerarquizados y competitivos. Otras lo denominan como “feminizar la política”, evitando competencias de “machos alfa” o de “egos” excesivos. En los casos que hemos seguido hay mujeres, jóvenes, mayores, etc. pero lo más notable suele ser la existencia de “grupos motores”, es decir de unos colectivos informales que se juntan para alguna tarea concreta, durante un tiempo que varía, más que por afinidades ideológicas o con voluntad de organización cerrada.

Así como en los partidos políticos vemos una competición interna permanente por ser los líderes, y competiciones externas por ser más representativos, en estos “grupos motores” hay unos estilos más de “retaguardia”. Forman parte más de lo que se ha dado en llamar movimientos sociales o democracias participativas, que democracias representativas. Hay un estilo más coral, donde una puede ser la más conocida o la que habla mejor, pero otra persona puede ser quien cuida de las buenas relaciones y el ambiente interno, así como otra puede encargarse de llevar cuenta de los acuerdos y de recordar las tareas, u otra de actividades que sabe hacer mejor que los otros, etc. Y además no es para siempre, sino que tratan de crear un buen ambiente durante el tiempo que dure el proceso, porque si no es así, se van a disgusto y decae todo.

Algunos ejemplos de métodos que hemos visto poner en práctica nos indican que hay otras formas de ser “cuidadanistas” y construir democracias participativas. Por ejemplo, cuando se inicia un proceso de implicación mucha gente se adelanta a poner sus propuestas, que cree las más justas. Pero primero habría que tener en cuenta los “criterios” comunes que permiten que tal proceso tenga una cierta unidad de fondo, que se detecten cuáles son las carencias principales, los dolores a superar, ydespués se puede ver si cada propuesta corresponde a las necesidades colectivas.

Nos parece de bastante lógica pero se suele hacer poco. Queremos cuidar más los procesos democráticos pero enseguida nos echamos a pelear porque “mi solución es la mejor”, casi sin haber escuchado las otras razones, o los criterios comunes que permitirían valorar cada una de las soluciones propuestas, en función de acuerdos previamente tomados.

En una isla donde había que gastar un dinero, para un proceso participativo por el gobierno, nos preguntaron cómo hacerlo. Les dijimos que reunieran a la gente que estaba interesada, que acordaran unos criterios comunes, a partir de las experiencias que tenían previas, y que se hicieran públicos con la convocatoria para presentar los proyectos. La gente fue muy solidaria a la hora de aportar los criterios. Cuando se presentaron los proyectos cada cual defendía, en cambio, lo suyo. Eran las mismas asociaciones y personas, pero en un espacio de diagnóstico y criterios les salía lo más solidario, y en un ambiente de competir por proyectos les salía la vena de rivalidad. No es que la gente sea buena o mala, sino que los procedimientos nos hacen parecer más competitivos si nos echan a ello, o más solidarios si se dan las circunstancias.

Se suelen plantear los debates y las decisiones en forma de dilemas, nos provocan a tomar partido a favor de una u otra solución, entre las más aplaudidas en las redes sociales o entre los tertulianos de una televisión. Pero detrás de cada dilema suele haber una pregunta tramposa, que nos obliga a decidir entre 2 cosas que no nos tienen porqué gustar. Y que suele ocultar otras posiciones posibles que no se nombran o que se dan por no viables. Por ejemplo, el trabajo para los migrantes o para los autóctonos de cada lugar. Pero depende de qué trabajos hacen mejor unas y otras personas, al margen de su origen, tal vez por ser jóvenes o mayores, tener habilidades o no, tener experiencia o no tenerla, etc. Solemos devolver la información a la gente para que se pueda tomar una buena decisión. Pero solo cuando hemos escuchado más de 5 o 6 posturas diferentes, entre la cuales puede haber varias “inclusivas”, no excluyentes. Es lo que nombramos como “multi-lemas” que superan los dilemas.

Alguna gente se dice asamblearia y defiende que es el mejor método democrático, pero hay que tener “cuidado” con lo que se hace. Hay un tipo de asambleas donde la información solo la manejan algunos, y se suelen convertir en “plebiscitos” en donde no caben más posiciones que las que nos dicen. Está bien que una o dos veces al año se consulte con toda la población que quiera asistir libremente a una convocatoria, pero la información debe ser previamente elaborada por grupos

que sepan de lo que se está tratando, y con diversidad de posiciones posibles, no solo dilemas, o si se va a respaldar a un dirigente u otro. Para que una asamblea sea participativa debería poder opinar toda la gente, y eso solo es posible si se divide en grupos pequeños, durante un tiempo, o previamente a la reunión. Solemos hacer talleres y reuniones a lo largo del año, con informaciones diversas y de contraste, y cuando toca la asamblea, también puede haber grupos pequeños que durante un tiempo puedan debatir aleatoriamente.

Y tampoco hay porqué votar por una solución frente a otras. Se pueden distribuir los puntos, como si fueran monedas o garbanzos, y que cada cual pueda distribuirlos entre las varias alternativas que se presenten. A una le puede dar 5 puntos y a otra le da 3 y a otra ninguno, por ejemplo. O hacer otras distribuciones, de forma que cada cual además de ver y defender la propia solución vea y se entere de las otras posibles que se han presentado, que no tienen por qué ser incompatibles con la propia. Y que incluso pueden sumarse o acoplarse luego de la votación ponderada. De hecho lo que solemos hacer, tras estas ponderaciones con puntos de la gente, es tratar de que se puedan sumar y articular las más respaldadas en un diálogo abierto. Ya la gente ha visto que algunas propuestas han sacado pocos puntos y otros muchos apoyos, por lo que es más fácil el consenso a partir de estas valoraciones previas.

Hasta aquí no hemos necesitado “representantes”, pues se pueden construir los auto-diagnósticos y las ponderaciones solo con “grupos motores”, y alguien que haga de facilitador/a o cuidador/a. Como en estos procesos con democracias participativas la gente se va conociendo se ve quien tiene interés y sabe de tal o cual cosa, quién es más cuidador/a, quien puede tener mejor relación para los medios, quién habla con soltura en público, quien media y facilita en las reuniones, quien es sistemático/a en tomar notas de los acuerdos, quién está preocupado/a en recordar tareas, etc. De tal forma que puede haber una distribución de funciones, incluido el papel de portavoz para unas u otras cosas (que no tiene porqué ser la misma persona para todo). El que se distribuyan las tareas y lo papeles, y que además puedan ser rotativos según lo que se va experimentando, puede ser una gran escuela democrática. En cambio se suele hacer primero la elección de quién es el responsable, y luego el para qué. Es decir, la casa empezando por el tejado desde nuestro punto de vista.

Un papel muy importante es poder tener un “observatorio”, y hacer sesiones cada cierto tiempo, previamente a que se detecten desvíos de los criterios iniciales o

de los estilos de cuidar el proceso. Hay quien dice que la democracia participativa consiste en controlar el poder, pero eso supone que ya hay un poder distante al que hay que controlar y que esto se hace luego de que ya ejerció su poder. No parece malo que se controlen los poderes existentes, pero es mucho mejor que se pueda prever lo que no nos gusta que pase. Un observador o un observatorio nos permiten tener un estilo de “coherenciometro” antes que tener que controlar los poderes propios o ajenos. Es decir, por ejemplo, un cuadro de doble entrada donde ir colocando los criterios o los objetivos enunciados en conjunto al principio, y cruzarlos con las actividades que de hecho se va a hacer o se han realizado, para ver prioridades o desviaciones.

No es tan complicado formarnos en estas prácticas de democracias participativas y usar estas pedagogías transformadoras, estos ritos de paso para la construcción un poco más colaborativa. No estamos “concienciando” a nadie sobre nuestra ideología o nuestra religión. Más bien estamos respetando que cada cual parta de sus principios siempre que no se los quiera imponer a los demás. Y por la práctica de construcción colaborativa vamos dándonos cuenta lo que tiene de interesante cada posición de las que vamos conociendo. Es desde la diversidad desde donde se puede ejercer este tipo de creatividades, no desde la uniformidad de posiciones en que nos quieran adoctrinar unos u otras. En la medida en que podamos hacer “habituales” este tipo de prácticas y de procesos, que van construyendo una cultura de “cuidadanismo”, de no delegar en los “listos”, los “mejores”, etc. sino confiar en las propias fuerzas colaborativas, en las capacidades en que nos vamos entrenando, es como podemos ir superando los desánimos en que nos han ido metiendo aquellos que nos hacían tantas promesas, nos concienciaban...

Hay gente que se adhiere a la servidumbre voluntaria cuando le hemos fallado por el estómago y por las fantasías, que se apunta a otras fantasías a ver si aquellas otras personas no nos fallan. Tal vez alguien prometió el socialismo y luego se quedó en lo poco que le dejó hacer la “globalización neoliberal”, o incluso algunos compañeros de ruta se dejaron tentar por la codicia o por el clientelismo. No es la primera vez que sucede, y la gente prueba con otras personas a ver si estos “sí nos representan” y nos dan más “seguridades”. Pero el problema que tratamos de plantear es que solo con las experiencias que construyen más allá de unas personas- responsables, que construyen desde otras prácticas colectivas no tan delegadas, se puede evitar las tentaciones del poder. Todos somos humanos y si nos ponen en la

carrera a ver quién es más listo y con quién debo competir, pues nos sale lo peor. Mientras que si nos ejercitamos en otros tipos de procesos más colaborativos de base pues nos saldrán los aspectos más solidarios y más creativos. Al menos entre los sectores populares, es lo que parece que necesitamos.


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