Ensayos de Geografía

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Línea de deseos en Brasília, Distrito Federal – Diciembre de 2024

Desde lo alto de los 120 metros de la torre de TV digital de Brasília, se ve toda la ciudad. En el mirador de 360 grados, se alcanzan a distinguir todos los puntos emblemáticos: la Explanada con los ministerios y el Congreso, con el gran césped frente a él; la grandiosidad del Eje Monumental; el Puente JK, que conecta el centro de la capital con Lago Sul, Paranoá y São Sebastião; la Catedral. Todo el contorno norte del Lago Paranoá, una solución para mitigar la sequía de la ciudad, con aguas desviadas del Río Paranoá.

Algo que noto cada vez que, después de vivir fuera de Brasília, regreso y me encuentro en lugares tan altos, es cómo todo está realmente en un mismo nivel. Aquí en Río, el paisaje urbano se ve como un collage de múltiples planos, generalmente con montañas al fondo. En Brasília, solo dejas de ver las cosas porque la vista no alcanza más—no hay obstáculos. La mirada se extiende, se extiende, hasta que al final se ve la línea del horizonte, recta, plana, un trazo firme que separa la tierra del cielo.

Todo esto se nota al mirar al frente, pero en esta foto decidí bajar un poco la vista. Claro, también tengo imágenes del puente, la Explanada de los Ministerios, el lago, etc., pero lo que me conmueve de la ciudad son las cosas pequeñas, los hábitos inadvertidos. El otro día, camino al jardín experimental de mi universidad, me detuve unos minutos a observar una fila de hormigas llevando flores amarillas y hojas a algún lugar. Pararse a mirar el suelo a veces nos muestra cosas que, en el ajetreo de la rutina, pasan desapercibidas.

Mirando al noroeste desde el mirador de la torre, en la parte inferior de la imagen, está la pista Estrada Parque Contorno, por donde pasan autos negros y rojos. Más allá, en el centro de la imagen, un gran césped separa la pista del Sector Habitacional. Y en medio de todo, una mirada curiosa descubre un sendero que cruza el descampado hasta las casas. A esto lo llamamos línea de deseos.

Creo que la primera vez que conocí este fenómeno fue a través de las fotos del fotógrafo Diego Bressani, quien ha documentado estos caminos, diciendo que son obra de los "peatones resistentes de Brasília". La falta o insuficiencia de aceras obliga a la gente a abrirse paso por los grandes céspedes, tatuando el suelo con sus recorridos. Es la huella de pasos colectivos que moldean el paisaje urbano, formando senderos por donde queremos transitar.

A veces me pregunto quién inicia estas líneas de deseo. Me he encontrado con caminos ya trazados y simplemente los he seguido, la historia de muchos pasos que caminaron antes y marcaron la ruta que ahora recorro. Una guía de narradores anónimos que entrelazan sus vivencias en la ciudad y las registran ahí.

La última observación que compartiré no es mía, es de Bressani, pero vale la pena repetirla. En la publicación donde mostró sus fotos de estos caminos (capturadas en película y reveladas en blanco y negro), escribió: “Generalmente, en época de sequía, los caminos salen blancos en las fotos (tierra seca, casi muerta). En época de lluvia, se ven negros (tierra roja, viva y húmeda). Durante la pandemia, desaparecieron, el pasto creció.” Esta foto mía es de 2024, mostrando que, con el regreso de la gente a las calles, estos caminos han vuelto.

Foto tomada con un iPhone 13.

Maria Alice Barboza
Estudiante de Arquitectura y Urbanismo (FAU/UFRJ)